miércoles, 3 de junio de 2015

Una fiesta para cambiar la ciudad.

   Llega como cada año la festividad del Corpus Christi en Sevilla. Esta fiesta  religiosa instaurada por la Iglesia Católica en el siglo XIII y que con el devenir del tiempo se convirtió en la muestra del poderío de los distintos gremios ciudadanos. Llega a nuestros días cargada de una simbología propia que habla del engalanamiento del espacio urbano, más aún en esta ciudad de alma mudante y efímeras permanencias como es, de hecho, Sevilla.



   Hace unos años tuve la suerte de realizar un trabajo sobre la idea de una instalación efímera para el Corpus en Sevilla, en el marco de un curso dedicado a la arquitectura efímera y la ciudad en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo. De ese ejercicio conservo aún los dibujos, los paneles y la maqueta que realicé.


   Se trataba de intervenir sobre la plaza del Salvador de Sevilla, transformándola para la celebración. Tomando como referentes las escenografías y arquitecturas efímeras que en el Renacimiento tuvieron a Sevilla como marco (recibimientos reales tanto de Carlos I como de Felipe II), así como las propias maquinarias y decorados que se construían en la ciudad para festejar el Corpus, diseñamos un espacio que ocultaba la ciudad mundana, cotidiana, creando un lugar para la fiesta. El motivo elegido oculta las fachadas de los edificios mediante una serie de grandes telas tensadas, alabeadas y plegadas como un manto que se extiende sobre ellas, creando sombras, movimiento y perspectivas cambiantes. Jugamos así con la comprensión y distensión del espacio. Del mismo modo los pliegues textiles se desarrollan como una gran filacteria inscrita con las palabras de la oración del Agnus Dei, pues se celebra la consagración de la Eucaristía, ese "cordero de Dios que quita el pecado del mundo". La palabra como conjuro en la oración, pues la liturgia también es palabra. Pero el escenario para la fiesta ha de tener todos los elementos que nos aislen del entorno y a la vez respeten la prerrogativa de la sagrada forma para ir bajo palio. El espacio tiene techo, un techo que se configura con una serie de tensores sobre los que se colocan velas, esos toldos que llaman a la tradición naval de la ciudad. Por último está el elemento central. Necesitamos un momento de apoteosis durante la celebración. En el centro de la plaza unas rampas conducen a un estrado por donde va a circular la procesión y que exaltará mediante la altura los distintos elementos de esta. En ese punto central, bajo un baldaquino que vuela colgado de la virtual techumbre de la plaza, donde, flanqueado por cuatro pilares transparentes a modo de relicarios, que en su interior muestran apiladas joyas y piezas de orfebrería como se hacía en tiempos en los tradicionales túmulos de vasijas y bandejas, que podemos observar en las representaciones de cortejos procesionales similares a este en épocas pasadas. Enmarcando estos también con el humo del incienso, la apoteosis de la llegada de la Custodia al centro de la plaza.




    Pero toda esta instalación no es exclusiva para la jornada de fiesta. En Sevilla la fiesta, quizás más verdadera, por sentida en la expectación, es la víspera. En las vísperas del Corpus esta plaza acogería una representación teatral, donde el espectador, mediante la participación de todos los sentidos (la actuación de los actores, los bailarines, la música, los olores, el contacto con la muchedumbre, etc.) participaría de un espectáculo total. Proponíamos que este espectáculo previo representara un descenso a los infiernos, en la tradición de los ejercicios espirituales, que terminara con un purgatorio del que somos liberados a la mañana siguiente por el paso del cortejo de la sagrada forma.


   Ya fuera de este núcleo principal programático de la instalación, esta podría ser marco durante todo el fin de semana posterior, de conciertos, representaciones teatrales y espectáculos de diversa índole en torno a esta festividad, que trascendiera su vertiente religiosa y volviera a ser expresión donde la propia ciudad se miraba, como en un espejo deformante, imaginándose otra, quizás mejor, quizás distinta, por unos días.


  Este año, gracias al Ruesga Theater Lab, hemos podido volver sobre esa idea y realizar, a partir de ella, esta propuesta de intervención urbana para la festividad del Corpus Christi. Gracias a la imagen virtual se ha recreado la materialidad de dicha propuesta sobre el espacio urbano de la plaza del Salvador de Sevilla.




martes, 9 de julio de 2013

Querer es poder

Ya se sabe que no soy mucho de escribir, y que me paso el día pensando, y a veces paseando... El otro día dando una vuelta con un amigo (que trabajó en Expo'92) y que desde entonces no vistaba el recinto, me fijé en un par de cosas que seguidamente en mi libreta apunté. Hoy como he tenido un poco de tiempo he intentado pasarlo a límpio, llegando a la siguiente conclusión: Sevilla podría tener una zona cultural y de ocio de primer orden, a dos pasos del centro, sólo con que las administraciones competentes tuvieran un poco de visión global del asunto.


Se trata, como se puede ver en la imagen adjunta, de unificar bajo un mismo concepto los espacios culturales y de esparcimiento que actualmente se encuentran entorno a la avenida del Camino de los Descubrimientos. De todas los elementos que conforman la propuesta sólo un par de ellos no se encuentran realizados, pero o están en proyecto, en construcción, o los edificios existen y sólo necesitan su adecuación. Por todo esto la inversión necesaria sería mínima, pudiendo contarse en algunos casos con la participación privada, como por ejemplo en el llamado "Museo de la Tecnología", el centro de servicios situado en el solar del Palenque o la zona de ocio.

Tan fácil sería realizarlo y tan obvio que a veces no nos damos cuenta del potencial de nuestro propio patrimonio. Sevilla tiene tantas cosas que sólo con ponerle ganas y un poco de perspectiva (no la usual cortedad de miras que tenemos todos) harían de la ciudad otra, totalmente a la altura de cualquier capital cultural europea de primer orden.


jueves, 4 de abril de 2013

Sevilla: Vallas donde vayas

   En Sevilla nos ponen las vallas, o al menos eso parece ante esa obsesión por cercarlo todo. A cuento viene esto tanto del vallado del recientemente remodelado Muelle de Nueva York o del proyecto de vallado de la zona circundante al Casino de Exposición y Teatro Lope de Vega, en lo que fue parte del recinto de la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929.

   Todo hay que decir que Sevilla, sociourbanísticamente hablando no tiene una verdadera afición por los espacios públicos abiertos. El espacio público en nuestra cultura urbana se considera como la parte residual entre los espacios privados. Se considera, a mi entender, como algo necesario pero escasamente útil, sin dueño y cuyo cuidado no va más allá de lo que nos afecte por cercanía a nuestro espacio particular y privado.

   Por todo esto la reja, la verja, la valla y la tapia son elementos principales y de una gran fuerza en la cultura arquitectónica en Sevilla. La ciudad tradicional, la verdaderamente invariante en el inconsciente colectivo, que en la mayoría de las ocasiones no coincide con la ciudad real que habitamos o que un día existió, no es más que una sucesión de espacios delimitados en us extensión por una cerca, lo demás es afuera, miedo y abismo de lo ignoto.

Como ya he expresado otras veces Sevilla en si no es un lugar, es un comportamiento y por lo tanto tiende a repetir un mismo esquema en cualquier ámbito desde lo personal a lo urbano, por lo tanto no ha de extrañarnos lo que con respecto a las vallas y su uso por doquier en la ciudad. Sevilla, entendida como conjunto de sus habitantes tiene muy claro lo que es de cada uno, sobre todo como contraparte a lo público, lo que no es de nadie.

   Muchas veces le echamos la culpa a la falta de educación cívica de la ciudadanía sevillana a la hora de buscar el origen del deterioro, mal uso o simplemente vandalización de los espacios públicos. Esto no es en sí un problema tan simple, se trata de un invariante cultural hondamente enraizado en la mente colectiva de la ciudad.

   Somos gente que nuestra casa es nuestro dominio, solemos cuidarla, ornarla y mantenerla como nuestro bien más preciado, y es muy difícil que la compartamos con los demás, para eso inventamos otras maneras de relación fuera del ámbito doméstico. Por otro lado, cuidamos el exterior de esta, el espacio público, como ya hemos dicho antes, sólo si este está directamente vinculado a nuestro espacio privado, por eso es fácil encontrarse a gente barriendo o incluso fregando el trozo de acera delante de su casa.



   Una vez que conocemos esta idiosincrasia no nos ha de extrañar de ninguna manera que los grandes espacios públicos, plazas, jardines, paseos, parques, fueran siempre un elemento extraño a la conciencia colectiva que piensa siempre en la callejuela y el adarve. Muchos de los espacios públicos históricos que se dan en Sevilla no son más que fruto de operaciones urbanas, elementos que no nacen naturalmente, sino que son consecuencia de una voluntad determinada. No tenemos plazas que nacen por la consolidación de los límites de una actividad, como por ejemplo un mercado, al contrario, donde había ese vacío que se llenaba de provisionalidad se produjo una solidificación del mismo, creándose trama urbana, como podemos ver en los antiguos zocos-alcaicerías tanto de la primitiva mezquita situada en el Salvador, como de la posterior situada donde hoy en día se levanta la catedral. Las operaciones de cirugía urbana intencionada crearon los espacios públicos actuales (exceptuando las plazas de San Francisco, de El Salvador, y alguna pequeña más como la Alfalfa), normalmente mediante el derribo de edificaciones anteriores, como Plaza Nueva, o la eliminación de accidentes topográficos, como la desecación de la Laguna de la Feria y construcción de la Alameda de Hércules (considerado el primer parque público de occidente).



   Por todo esto es normal que nos vayan las vallas, y que las encuentres allá donde vayas. No comprendemos un espacio público abierto, donde la valla es la responsabilidad de cada uno para con lo común, en su cuidado, mantenimiento y disfrute. En Sevilla tenemos los jardines del Alcázar, tras un muro, nunca tendremos un Versalles.


   Habría mucho más que hablar, porque en lo que respecta al uso de los espacios públicos en esta ciudad, y como los peatones, bicicletas, motocicletas y automóviles los usan, pero eso ya mejor lo hablamos otro día.

martes, 31 de julio de 2012

12 consejos para afrontar un PFC en arquitectura.

   Hace unos meses volví a ver a mis profesores del tribunal de fin de carrera, y en una conversación con ellos me pidieron que escribiera una carta a los alumnos que estaban en trance de presentar el Proyecto Fin de Carrera, para aconsejarles y contarles mi experiencia en este ámbito. Para mi no fue ninguna agonía, fue cansado y duro, pero disfruté en cada momento de lo que hice. Mi propia experiencia puede ser particular en muchos aspectos, pero después de analizarla con un poco de distancia en el tiempo he extraído una serie de conclusiones, que aunque no quiero que sean consejos o normas si me sirvieron a mí para conseguir el objetivo de superar satisfactoriamente la última prueba de mi formación académica. Aquí os dejo esos 12 puntos que a mi juicio hay que tener presentes a la hora de enfrentarse a un Proyecto Fin de Carrera en arquitectura, y que algunos de ellos siguen siendo válidos para el ejercicio cotidiano de nuestra actividad como arquitectos.

1.-Disfruta:
   Elige un proyecto que te guste; vas a trabajar en entre 4 y 18 meses, no es cuestión de que hagas algo odies.

2.-Elige tu lugar:
   Escoge un emplazamiento que conozcas a fondo, en un lugar de fácil acceso y a ser posible que esté cerca de tú casa. Tendrás que visitarlo muchas veces ¿Y que mejor que darse un paseo por allí siempre que te atasques con el proyecto?

3.-El tamaño es importante:
   Todos queremos hacer algo grande, pero debes saber en todo momento cuanto puedes abarcar, recuerda que has de demostrar que sabes manejar todas las áreas que componen el proyecto arquitectónico, cuanto más manejable sea el proyecto más fácil es demostrar lo que sabes.

4.-Como la palma de tu mano:
   Ten siempre toda la información de la parcela a mano. Busca una buena planimetría, o hazla tu mismo, busca las fichas catastrales, la planimetría municipal, etc. Conoce la historia de la misma, cómo se genera, de donde viene, si había algo antes allí. Ten siempre en cuenta el planeamiento vigente o futuro, la calificación y clasificación del suelo, los parámetros urbanísticos, lo que se puede o no se puede construir, etc.

5.-Saber de lo que hablas:
   Conoce a afondo el tema que va a tratar el proyecto. El objeto del proyecto es muy importante, has de conocer muy bien todos los condicionantes tanto técnicos, funcionales, conceptuales, etc. que concurren en un proyecto arquitectónico. Lo mejor es que leas sobre ese tema, busques información de personas que usen ese tipo de edificio, veas otros edificios similares, estudies sus tipologías, sus ventajas, sus inconvenientes, las normativas que los regulan, las especificaciones técnicas o legales por las que se rigen, etc. Pero lo más importante es que te metas en la piel de las personas que van a usar el edificio, tanto quien va a trabajar en el, quien va a visitarlo, quien va a recibir sus servicios o quien lo va a habitar.

6.- Un punto de apoyo:
   Busca un o unos buenos referentes para comenzar a pensar en tu proyecto. Estos referentes pueden ser cualquier cosa, desde otros edificios (aunque no tengan nada que ver con el proyecto que vas a realizar), hasta un texto, un cuadro, una pieza musical o simplemente una vivencia personal. Aprende a usar esos referentes en tu beneficio, no los uses si no aportan nada al proyecto, no hay nada peor que intentar confundir con referencias o conceptos que luego no vas a usar o son simplemente anecdóticos.

7.-Un programa que puedas cumplir:
   Hay edificios que tiene un programa cerrado, otros que no tienen programa y otros que su programa es tan flexible como nuestra propia voluntad. Todo depende de nuestra elección del tema del proyecto. Pero del mismo modo hemos de tener cuidado en esto. Hay que tener muy claro el programa, que sea lógico, adaptado a la funcionalidad y el uso del edifico. Además ha de ajustarse el programa al espacio disponible, ni demasiado grande, ni demasiado pequeño.

8.-Corrígete a ti mismo:
   Quizás el principal aprendizaje que podemos obtener de nuestro Proyecto Fin de Carrera es corregirnos a nosotros mismos. Adentrarse en la realización de un proyecto arquitectónico íntegro es como un rito de iniciación, una vez superado, a parte de todas las competencias que debemos demostrar, hemos de adquirir la más importante de todas, la autocrítica. Aprender a poner en crisis un proyecto es algo fundamental, saber corregirnos a nosotros mismos es algo indispensable en el futuro ejercicio profesional. Pero poner en crisis un proyecto puede llevarnos constantemente a replantearlo, modificándolo una y otra vez, no cerrándolo nunca, por lo que hemos de saber, como en todo, mantener una postura razonable y pragmática en este aspecto.

9.-No des nada por sabido:
   Una de las pruebas más duras en el desarrollo de un Proyecto Fin de Carrera, y de cualquier otro proyecto profesional, es darlo a conocer a otra persona. En este caso que nos ocupa se trata del tribunal de profesores que evaluará tu proyecto. En cada presentación o corrección que realices lleva siempre toda la información bien organizada, estructurada y detallada lo máximo posible. Apoya tus palabras en referentes, esquemas conceptuales, planimetría, secciones, volumetrías, fotografías, apuntes, etc. Explícalo todo claramente, de lo general a lo particular, y de lo particular a lo general, teniendo en cuenta en todo momento la escala que estás tratando. Contar un proyecto es siempre una narración así que tiene que constar de un planteamiento, un nudo y un desenlace o conclusión.

10.-Usa las manos:
   Dibuja, dibuja siempre. Modela, maqueta, juega con los volúmenes, con los espacios, suéñalos… Pero todo esto con tus propias manos. Por desgracia hoy en día muchos arquitectos comienzan a proyectar directamente en las herramientas gráficas (informáticas), por lo que sólo alcanzan lo que llegan a saber hacer con esas herramientas. El verdadero poder generador de un proyecto está en ti. Cualquier lugar es bueno para dibujar, para pensar, para soñar, para proyectar. La inspiración llega en cualquier momento y has de estar preparado siempre para recibirla con los brazos abiertos y el lápiz en la mano.

11.-Organiza tu tiempo:
   Esto es muy importante, sobre todo si no quieres frustrarte realizando un trabajo en balde. En muchas escuelas tienes cuatro meses de clases-corrección para plantear y corregir tu proyecto ante el tribunal. Durante ese tiempo dedícate a pensar el edificio o la intervención que vas a desarrollar, esta ha de ir evolucionando hasta que recibas el visto bueno para comenzar con la fase, digamos, más técnica del proyecto. Es bueno que vayas encajando cosas, y dibujes a escala, pero no empieces a usar el CAD desde el primer día. Usa tu cerebro, tus manos, piensa, dibuja… Eso si, no olvides nunca que todo lo que pienses ha de poder construirse, y que luego serás tu el encargado de diseñarlo y calcularlo, porque llamar a ARUP para que te solucione un cálculo es un poco caro. En todas las fases del proyecto ten muy claro los objetivos parciales. Establece metas y fechas para ir cerrando partes del proyecto. Hazte un horario, cúmplelo. Pero en todo caso no te agobies, piensa sólo en el final del día, y si lo haces bien, date un premio.

12.-Véndete, pero no engañes:
   Cuando finalmente estés preparando la entrega vuelve a pensar en lo que dijimos anteriormente: “No des nada por sabido”. Estructura la información de manera clara, que sea fácil de encontrar y resulte agradable de ver. Piensa en una imagen gráfica que unifique el proyecto. No somos diseñadores gráficos, tampoco publicistas, pero hemos de saber vender nuestro producto, nuestro proyecto. Una buena imagen global del mismo es imprescindible. Pero ojo, no todo es eso, no pequemos de un gran envoltorio para no tener nada dentro, lo que de verdad se evalúa son tus conocimientos de arquitectura, así que no descuides nunca el contenido.

domingo, 22 de abril de 2012

Mi Expo'92

   Vengo de dar un paseo por los Jardines del Guadalquivir, que fueron de la Expo’92.
   Estamos ahora de celebración del vigésimo aniversario de la Exposición Universal de Sevilla de 1992, y es hora de reflexionar sobre el acontecimiento. Muchos escriben y escribirán sobre la muestra, sobre su influencia en Sevilla, Andalucía y España. Se hablará de los beneficios y pérdidas que dejó, de su conveniencia, de su legado… De muchas cosas se hablan y hablarán, pero en este caso yo pretendo hablar de mi mismo.
   Mucha de la gente que me conoce sabe de mi vocación, que es por suerte (o desgracia) mi profesión también. Muchos saben que esa vocación fue temprana, pero lo que viene aquí a cuento es lo que significó para mi “La Expo”.
   Desde pequeño me gustó dibujar, desde pequeño llenaba las últimas hojas de las libretas y cuadernos, las guardas de los libros, los cartones del tabaco (que sobraban después de llenar la máquina expendedora del restaurante de mis padres), de mil y un dibujos. Lo máximo a lo que aspiraba en aquel entonces era, tras mucho suplicar, esas veinticinco pesetas, comprar una cartulina blanca, bien grande, y rellenarla con los frutos de mi imaginación. Nunca cinco duros dieron para tanto, para una ilusión tan grande.
   Pasado el tiempo, donde mi imaginario se centraba en lo que veía en la televisión, o en los libros que abarrotaban la casa de mi tía, fui creciendo, y me iban llegando referencias de aquellas obras que se realizaban para preparar la “Expo”.
Mi primer contacto con Sevilla fue a principios de 1990, de mano de mis padres, en un viaje que hicimos para estrenar el coche nuevo, a lo loco y sin saber, hasta Lisboa. La lluvia y aquella carretera en obras (lo que sería después la A-92) no se me olvidarán nunca. De esa Sevilla en ebullición recuerdo los coches aparcados sin orden en el Prado de San Sebastián, un paseo por la Plaza de España y sobre todo un gran cartel que se veía desde la carretera hacia Mérida, señalando aquel maremágnum de obras que era la Isla de la Cartuja.
   Un año después, con el colegio hicimos una excursión a Sevilla, para ver las obras de la “Expo” y conocer la ciudad. Ahí fue, con catorce años recién cumplidos, cuando mi imaginario arquitectónico se llenó, y fue perfilando una serie de referentes que me acompañaron mucho tiempo. Por aquella época, si mal no recuerdo, se veían ya claramente las estructuras de los pabellones de España, Andalucía, Japón, Futuro, Navegación y Descubrimientos, además del puente del Alamillo. Estructuras que a partir de ahí fui incluyendo en todos mis dibujos. A mi vuelta llené varios cuadernos con todos esos dibujos, versiones, otras exposiciones, ciudades, pabellones, museos, cientos de edificios inspirados por aquella corta experiencia.
   El año siguiente fue el año clave. Fui tres veces a la “Expo”, aunque previamente me había aprendido todos los pabellones, su situación y sus detalles. En mi pueblo sólo pude comprar una guía de la exposición en inglés, y me tuve que esforzar mucho para poder comprender lo que decía, pero fueron más las ganas.
   Mi maravilla aún perdura, llegar por la puerta de Itálica, entrar. A un lado la Plaza de América, correr para ver el tesoro de Sipán, seguir hacia el pabellón de España, visitar los pabellones de Israel y la India, con su forma de cola de pavo real. Bélgica, Holanda, la Comunidad Europea, Arabia Saudí, Japón, que llegué a visitar las tres veces que vine… Corrí de un lado a otro, vi espectáculos en el Palenque, en las calles, la cabalgata… Mandé mensajes a las estrellas en el pabellón del Universo, monté en barco por el lago y el canal… Y sobre todo el espectáculo nocturno en Lago de España, algo que junto con la inauguración de los JJ.OO. de Barcelona sigo hoy en día recordando al segundo.
   Y pasó. Y aquel optimismo fue tristeza, y de nuevo ilusión. Seguí dibujando, y seguí estudiando, acabé por trasladarme a Sevilla, y estudiar arquitectura. Aquellos dibujos los conservé, y al mostrarlos en mi inocencia (a veces recuerdo aquellos momentos con vergüenza) hicieron que entablara amistades con personas que hoy son parte fundamental de mi vida.
   Seguí viviendo en Sevilla, seguí aprendiendo, seguí visitando aquella isla de las maravillas... Vi su declive y veo como poco a poco vuelve a la vida, a veces con fortuna y otras sin ella, dejando cosas buenas en el camino, pero dejando en mi una huella que ha marcado mi carrera e incluso mi vida.

viernes, 6 de abril de 2012

Geometría de la fiesta

“Sevilla no tiene carnavales, porque la gente ya se disfraza en Semana Santa y Feria”.

   Esta irónica frase suelo decirla bastante, sobre todo a amigos foráneos, y aunque pueda parecer cierta, u ofensiva, para algunos, tiene algo de verdad más allá de los síntomas, que puede ser el disfraz. Y no es la indumentaria lo que distingue estos fenómenos festivos, es algo más profundo, algo que entronca con una concepción de la vida social, de la ciudad en si misma. Podemos entonces decir que se trata de una cuestión puramente geométrica.
   Como arquitecto la geometría es una herramienta, un arma y una manera de comprender, en muchos casos la realidad. Haciendo uso de metáforas o analogías podemos detraer ciertas conclusiones sobre la organización del mundo que nos rodea, por esa razón vamos a usar ese símil en este caso. La pervivencia en la actualidad de ciertas tradiciones en Sevilla, su éxito y su difusión a otros puntos de su entorno, tiene mucho que ver con esa geometría social.
   En primer lugar hemos de conocer los antecedentes que han forjado esta geometría, este plano de relaciones que son las tradiciones en Sevilla. Actualmente las dos fiestas ciudadanas más importantes, más conocidas, son la Semana Santa y la Feria de Abril, pero esto no ha sido así siempre, digamos que son festividades bastante jóvenes. Estas fiestas son  casi de ayer mismo, en una ciudad con tres mil años de historia. Pero esto no ha de extrañarnos en nada, dado que la única constante que permanece en la urbe es su propia mutación, cosa de la que nos haremos eco en otras entradas.
   Las principales fiestas ciudadanas de Sevilla, durante mucho tiempo fueron otras, hoy secundarias o desaparecidas. El Corpus Christi, que languidece cada año, era expresión del poderío de los gremios en la ciudad, además de competición entre barrios y collaciones en altares, retablos, autos sacramentales y otras actividades. El viacrucis y casi romería de la de la Cruz del Campo y la ya si romería de Las Aguas, hoy han desaparecido. Las fiestas actuales son producto decimonónico, pero dándose su afianzamiento, su normalización y su expansión definitiva en el siglo XX.
   Tanto la Feria de Abril como la Semana Santa, tal y como hoy la conocemos, son fruto de una mutación social acaecida en la ciudad y el territorio circundante en el siglo XIX. Es en este periodo que aparece una burguesía agraria e industrial (aunque esta última a menor escala que en otras zonas de Andalucía), gracias tanto a las desamortizaciones como a la llegada de los nuevos modelos productivos. Esta nueva clase social necesita hacerse con unas herramientas distintivas que la distinga del pueblo llano. La nobleza ya tenía de por si, por linaje un estatus que en ningún momento se llega a poner en duda, la operación que se realiza, en muchos casos inconscientemente, es la de crear una nueva frontera entre el nosotros y el resto.
   La pertenencia a un grupo es siempre algo a tener en cuenta en cuanto a la distribución de los roles sociales, y es algo ya muy estudiado por la sociología y la antropología. Ya sabemos que la organización en cofradías, hermandades, peñas, clubs, logias y demás son algo muy habitual, y nada nuevo. Pero es la diferenciación, el crear una frontera distintiva, lo que hace posible la pervivencia de algunas formas sociales en la ciudad de Sevilla. Porque Sevilla es sobre todo imagen, es sobre todas las cosas el teatro de mostrarse, ver y ser visto. Las sociedades secretas no han tenido mucho éxito aquí, sobre todo por eso, por secretas, puesto que lo social ha de ser público y notorio, ha de distinguirse a cada cual en su papel.
   Centrándonos ya en el símil geométrico tendríamos que empezar a hablar de dos elementos muy importantes, que son herramienta fundamental para la organización social, y para comprender la fuerza que actualmente tienen estas manifestaciones. Estos elementos son el plano y la recta, que traduciríamos por el estrato y la frontera.
   El plano es algo muy importante, es una estratificación de lo social, existen planos de relación, distintos estratos donde los conjuntos de gentes, de individuos, se distinguen dentro de una jerarquía, que como ya sabemos no se debe ya al linaje sino a la posición social en un momento determinado. En cuanto al plano, podemos decir que en la Semana Santa tenemos el balcón, el palco y la silla (en la carrera oficial). En la Feria es la caseta y el caballo. Son planos, espacios y conjuntos diferenciados que por su posesión o por su disfrute, por otorgar un punto de vista sobre el resto, infunden a la persona que los disfruta de un estatus social frente a la “plebe” que está en la calle. Esta posibilidad de acceso, aunque sea momentáneo a una posición de dominio frente al resto, de distinción y de mostrar esa distinción, hace inmensamente populares a estas fiestas, por lo que son alentadas para poder mantener esa relación entre planos. En otras fiestas, como los Carnavales o romerías ciudadanas  (el Rocío es un caso aparte que merece un estudio detallado), que poca o nula tradición tienen en la ciudad de Sevilla, esas fronteras se difuminan, o directamente no existen, quedando imposibilitada la proclamación de la individualidad o de la pertenencia al grupo, frente a la masa.
   Podría decirse, en contra de estas afirmaciones, por ejemplo, que dentro de la Semana Santa, el acto de penitencia es algo anónimo, pero en realidad no es así, porque aunque anónimo en el momento de realizarse, tanto el antes y el después son públicos, notorios y objeto de orgullo y por parte de la persona que lo realiza.
   Otro símil geométrico es la recta, la frontera entre ambos mundos, que se materializan en la valla, el balcón y la cerca. Tanto en una como en otra celebración, estos elementos de frontera sirven de escaparate, de punto de encuentro visual entre los que pertenecen a un grupo, a un estrato y el resto. Es el conjunto de puntos donde se realiza el intercambio, la muestra de uno hacia los otros, el verdadero vivir y sentido de las relaciones en la ciudad.
   El tiempo y la memoria son flexibles, y lo que decimos que es de toda la vida no tiene más que un puñado de décadas, en muchos casos poco más de un siglo. Como aclaración decir que la Feria comienza como tal a mediados del siglo XIX, no llegando al modelo actual hasta la Exposición Iberoamericana de 1929. La Semana Santa actual, con todo su pretendido barroquismo podemos decir que es una reinvención de la misma que se produce en el primer cuarto del siglo XX, en plena ebullición del Regionalismo y Costumbrismo, que se ven culminados en la re-tradicionalización inherente a la dictadura de Primo de Rivera.
   Por último sólo queda añadir una afirmación más, meditada en la experiencia durante muchos años, que no es más, que en esta Sevilla nuestra las tradiciones son siempre normativas, regladas y artificialmente engastadas dentro de la conciencia colectiva, como protocolo de relación; mientras tanto las costumbres, son anárquicas, egoístas, sin más regla que el hedonismo y la propia vanidad.

   Quizás se me queden argumentos en el camino, pero nunca he sido bueno escribiendo, quizás necesite una reflexión más profunda, pero esas se dan mejor con amigos, en la calle, viendo y dejándose ver.