viernes, 6 de abril de 2012

Geometría de la fiesta

“Sevilla no tiene carnavales, porque la gente ya se disfraza en Semana Santa y Feria”.

   Esta irónica frase suelo decirla bastante, sobre todo a amigos foráneos, y aunque pueda parecer cierta, u ofensiva, para algunos, tiene algo de verdad más allá de los síntomas, que puede ser el disfraz. Y no es la indumentaria lo que distingue estos fenómenos festivos, es algo más profundo, algo que entronca con una concepción de la vida social, de la ciudad en si misma. Podemos entonces decir que se trata de una cuestión puramente geométrica.
   Como arquitecto la geometría es una herramienta, un arma y una manera de comprender, en muchos casos la realidad. Haciendo uso de metáforas o analogías podemos detraer ciertas conclusiones sobre la organización del mundo que nos rodea, por esa razón vamos a usar ese símil en este caso. La pervivencia en la actualidad de ciertas tradiciones en Sevilla, su éxito y su difusión a otros puntos de su entorno, tiene mucho que ver con esa geometría social.
   En primer lugar hemos de conocer los antecedentes que han forjado esta geometría, este plano de relaciones que son las tradiciones en Sevilla. Actualmente las dos fiestas ciudadanas más importantes, más conocidas, son la Semana Santa y la Feria de Abril, pero esto no ha sido así siempre, digamos que son festividades bastante jóvenes. Estas fiestas son  casi de ayer mismo, en una ciudad con tres mil años de historia. Pero esto no ha de extrañarnos en nada, dado que la única constante que permanece en la urbe es su propia mutación, cosa de la que nos haremos eco en otras entradas.
   Las principales fiestas ciudadanas de Sevilla, durante mucho tiempo fueron otras, hoy secundarias o desaparecidas. El Corpus Christi, que languidece cada año, era expresión del poderío de los gremios en la ciudad, además de competición entre barrios y collaciones en altares, retablos, autos sacramentales y otras actividades. El viacrucis y casi romería de la de la Cruz del Campo y la ya si romería de Las Aguas, hoy han desaparecido. Las fiestas actuales son producto decimonónico, pero dándose su afianzamiento, su normalización y su expansión definitiva en el siglo XX.
   Tanto la Feria de Abril como la Semana Santa, tal y como hoy la conocemos, son fruto de una mutación social acaecida en la ciudad y el territorio circundante en el siglo XIX. Es en este periodo que aparece una burguesía agraria e industrial (aunque esta última a menor escala que en otras zonas de Andalucía), gracias tanto a las desamortizaciones como a la llegada de los nuevos modelos productivos. Esta nueva clase social necesita hacerse con unas herramientas distintivas que la distinga del pueblo llano. La nobleza ya tenía de por si, por linaje un estatus que en ningún momento se llega a poner en duda, la operación que se realiza, en muchos casos inconscientemente, es la de crear una nueva frontera entre el nosotros y el resto.
   La pertenencia a un grupo es siempre algo a tener en cuenta en cuanto a la distribución de los roles sociales, y es algo ya muy estudiado por la sociología y la antropología. Ya sabemos que la organización en cofradías, hermandades, peñas, clubs, logias y demás son algo muy habitual, y nada nuevo. Pero es la diferenciación, el crear una frontera distintiva, lo que hace posible la pervivencia de algunas formas sociales en la ciudad de Sevilla. Porque Sevilla es sobre todo imagen, es sobre todas las cosas el teatro de mostrarse, ver y ser visto. Las sociedades secretas no han tenido mucho éxito aquí, sobre todo por eso, por secretas, puesto que lo social ha de ser público y notorio, ha de distinguirse a cada cual en su papel.
   Centrándonos ya en el símil geométrico tendríamos que empezar a hablar de dos elementos muy importantes, que son herramienta fundamental para la organización social, y para comprender la fuerza que actualmente tienen estas manifestaciones. Estos elementos son el plano y la recta, que traduciríamos por el estrato y la frontera.
   El plano es algo muy importante, es una estratificación de lo social, existen planos de relación, distintos estratos donde los conjuntos de gentes, de individuos, se distinguen dentro de una jerarquía, que como ya sabemos no se debe ya al linaje sino a la posición social en un momento determinado. En cuanto al plano, podemos decir que en la Semana Santa tenemos el balcón, el palco y la silla (en la carrera oficial). En la Feria es la caseta y el caballo. Son planos, espacios y conjuntos diferenciados que por su posesión o por su disfrute, por otorgar un punto de vista sobre el resto, infunden a la persona que los disfruta de un estatus social frente a la “plebe” que está en la calle. Esta posibilidad de acceso, aunque sea momentáneo a una posición de dominio frente al resto, de distinción y de mostrar esa distinción, hace inmensamente populares a estas fiestas, por lo que son alentadas para poder mantener esa relación entre planos. En otras fiestas, como los Carnavales o romerías ciudadanas  (el Rocío es un caso aparte que merece un estudio detallado), que poca o nula tradición tienen en la ciudad de Sevilla, esas fronteras se difuminan, o directamente no existen, quedando imposibilitada la proclamación de la individualidad o de la pertenencia al grupo, frente a la masa.
   Podría decirse, en contra de estas afirmaciones, por ejemplo, que dentro de la Semana Santa, el acto de penitencia es algo anónimo, pero en realidad no es así, porque aunque anónimo en el momento de realizarse, tanto el antes y el después son públicos, notorios y objeto de orgullo y por parte de la persona que lo realiza.
   Otro símil geométrico es la recta, la frontera entre ambos mundos, que se materializan en la valla, el balcón y la cerca. Tanto en una como en otra celebración, estos elementos de frontera sirven de escaparate, de punto de encuentro visual entre los que pertenecen a un grupo, a un estrato y el resto. Es el conjunto de puntos donde se realiza el intercambio, la muestra de uno hacia los otros, el verdadero vivir y sentido de las relaciones en la ciudad.
   El tiempo y la memoria son flexibles, y lo que decimos que es de toda la vida no tiene más que un puñado de décadas, en muchos casos poco más de un siglo. Como aclaración decir que la Feria comienza como tal a mediados del siglo XIX, no llegando al modelo actual hasta la Exposición Iberoamericana de 1929. La Semana Santa actual, con todo su pretendido barroquismo podemos decir que es una reinvención de la misma que se produce en el primer cuarto del siglo XX, en plena ebullición del Regionalismo y Costumbrismo, que se ven culminados en la re-tradicionalización inherente a la dictadura de Primo de Rivera.
   Por último sólo queda añadir una afirmación más, meditada en la experiencia durante muchos años, que no es más, que en esta Sevilla nuestra las tradiciones son siempre normativas, regladas y artificialmente engastadas dentro de la conciencia colectiva, como protocolo de relación; mientras tanto las costumbres, son anárquicas, egoístas, sin más regla que el hedonismo y la propia vanidad.

   Quizás se me queden argumentos en el camino, pero nunca he sido bueno escribiendo, quizás necesite una reflexión más profunda, pero esas se dan mejor con amigos, en la calle, viendo y dejándose ver.

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