martes, 31 de julio de 2012

12 consejos para afrontar un PFC en arquitectura.

   Hace unos meses volví a ver a mis profesores del tribunal de fin de carrera, y en una conversación con ellos me pidieron que escribiera una carta a los alumnos que estaban en trance de presentar el Proyecto Fin de Carrera, para aconsejarles y contarles mi experiencia en este ámbito. Para mi no fue ninguna agonía, fue cansado y duro, pero disfruté en cada momento de lo que hice. Mi propia experiencia puede ser particular en muchos aspectos, pero después de analizarla con un poco de distancia en el tiempo he extraído una serie de conclusiones, que aunque no quiero que sean consejos o normas si me sirvieron a mí para conseguir el objetivo de superar satisfactoriamente la última prueba de mi formación académica. Aquí os dejo esos 12 puntos que a mi juicio hay que tener presentes a la hora de enfrentarse a un Proyecto Fin de Carrera en arquitectura, y que algunos de ellos siguen siendo válidos para el ejercicio cotidiano de nuestra actividad como arquitectos.

1.-Disfruta:
   Elige un proyecto que te guste; vas a trabajar en entre 4 y 18 meses, no es cuestión de que hagas algo odies.

2.-Elige tu lugar:
   Escoge un emplazamiento que conozcas a fondo, en un lugar de fácil acceso y a ser posible que esté cerca de tú casa. Tendrás que visitarlo muchas veces ¿Y que mejor que darse un paseo por allí siempre que te atasques con el proyecto?

3.-El tamaño es importante:
   Todos queremos hacer algo grande, pero debes saber en todo momento cuanto puedes abarcar, recuerda que has de demostrar que sabes manejar todas las áreas que componen el proyecto arquitectónico, cuanto más manejable sea el proyecto más fácil es demostrar lo que sabes.

4.-Como la palma de tu mano:
   Ten siempre toda la información de la parcela a mano. Busca una buena planimetría, o hazla tu mismo, busca las fichas catastrales, la planimetría municipal, etc. Conoce la historia de la misma, cómo se genera, de donde viene, si había algo antes allí. Ten siempre en cuenta el planeamiento vigente o futuro, la calificación y clasificación del suelo, los parámetros urbanísticos, lo que se puede o no se puede construir, etc.

5.-Saber de lo que hablas:
   Conoce a afondo el tema que va a tratar el proyecto. El objeto del proyecto es muy importante, has de conocer muy bien todos los condicionantes tanto técnicos, funcionales, conceptuales, etc. que concurren en un proyecto arquitectónico. Lo mejor es que leas sobre ese tema, busques información de personas que usen ese tipo de edificio, veas otros edificios similares, estudies sus tipologías, sus ventajas, sus inconvenientes, las normativas que los regulan, las especificaciones técnicas o legales por las que se rigen, etc. Pero lo más importante es que te metas en la piel de las personas que van a usar el edificio, tanto quien va a trabajar en el, quien va a visitarlo, quien va a recibir sus servicios o quien lo va a habitar.

6.- Un punto de apoyo:
   Busca un o unos buenos referentes para comenzar a pensar en tu proyecto. Estos referentes pueden ser cualquier cosa, desde otros edificios (aunque no tengan nada que ver con el proyecto que vas a realizar), hasta un texto, un cuadro, una pieza musical o simplemente una vivencia personal. Aprende a usar esos referentes en tu beneficio, no los uses si no aportan nada al proyecto, no hay nada peor que intentar confundir con referencias o conceptos que luego no vas a usar o son simplemente anecdóticos.

7.-Un programa que puedas cumplir:
   Hay edificios que tiene un programa cerrado, otros que no tienen programa y otros que su programa es tan flexible como nuestra propia voluntad. Todo depende de nuestra elección del tema del proyecto. Pero del mismo modo hemos de tener cuidado en esto. Hay que tener muy claro el programa, que sea lógico, adaptado a la funcionalidad y el uso del edifico. Además ha de ajustarse el programa al espacio disponible, ni demasiado grande, ni demasiado pequeño.

8.-Corrígete a ti mismo:
   Quizás el principal aprendizaje que podemos obtener de nuestro Proyecto Fin de Carrera es corregirnos a nosotros mismos. Adentrarse en la realización de un proyecto arquitectónico íntegro es como un rito de iniciación, una vez superado, a parte de todas las competencias que debemos demostrar, hemos de adquirir la más importante de todas, la autocrítica. Aprender a poner en crisis un proyecto es algo fundamental, saber corregirnos a nosotros mismos es algo indispensable en el futuro ejercicio profesional. Pero poner en crisis un proyecto puede llevarnos constantemente a replantearlo, modificándolo una y otra vez, no cerrándolo nunca, por lo que hemos de saber, como en todo, mantener una postura razonable y pragmática en este aspecto.

9.-No des nada por sabido:
   Una de las pruebas más duras en el desarrollo de un Proyecto Fin de Carrera, y de cualquier otro proyecto profesional, es darlo a conocer a otra persona. En este caso que nos ocupa se trata del tribunal de profesores que evaluará tu proyecto. En cada presentación o corrección que realices lleva siempre toda la información bien organizada, estructurada y detallada lo máximo posible. Apoya tus palabras en referentes, esquemas conceptuales, planimetría, secciones, volumetrías, fotografías, apuntes, etc. Explícalo todo claramente, de lo general a lo particular, y de lo particular a lo general, teniendo en cuenta en todo momento la escala que estás tratando. Contar un proyecto es siempre una narración así que tiene que constar de un planteamiento, un nudo y un desenlace o conclusión.

10.-Usa las manos:
   Dibuja, dibuja siempre. Modela, maqueta, juega con los volúmenes, con los espacios, suéñalos… Pero todo esto con tus propias manos. Por desgracia hoy en día muchos arquitectos comienzan a proyectar directamente en las herramientas gráficas (informáticas), por lo que sólo alcanzan lo que llegan a saber hacer con esas herramientas. El verdadero poder generador de un proyecto está en ti. Cualquier lugar es bueno para dibujar, para pensar, para soñar, para proyectar. La inspiración llega en cualquier momento y has de estar preparado siempre para recibirla con los brazos abiertos y el lápiz en la mano.

11.-Organiza tu tiempo:
   Esto es muy importante, sobre todo si no quieres frustrarte realizando un trabajo en balde. En muchas escuelas tienes cuatro meses de clases-corrección para plantear y corregir tu proyecto ante el tribunal. Durante ese tiempo dedícate a pensar el edificio o la intervención que vas a desarrollar, esta ha de ir evolucionando hasta que recibas el visto bueno para comenzar con la fase, digamos, más técnica del proyecto. Es bueno que vayas encajando cosas, y dibujes a escala, pero no empieces a usar el CAD desde el primer día. Usa tu cerebro, tus manos, piensa, dibuja… Eso si, no olvides nunca que todo lo que pienses ha de poder construirse, y que luego serás tu el encargado de diseñarlo y calcularlo, porque llamar a ARUP para que te solucione un cálculo es un poco caro. En todas las fases del proyecto ten muy claro los objetivos parciales. Establece metas y fechas para ir cerrando partes del proyecto. Hazte un horario, cúmplelo. Pero en todo caso no te agobies, piensa sólo en el final del día, y si lo haces bien, date un premio.

12.-Véndete, pero no engañes:
   Cuando finalmente estés preparando la entrega vuelve a pensar en lo que dijimos anteriormente: “No des nada por sabido”. Estructura la información de manera clara, que sea fácil de encontrar y resulte agradable de ver. Piensa en una imagen gráfica que unifique el proyecto. No somos diseñadores gráficos, tampoco publicistas, pero hemos de saber vender nuestro producto, nuestro proyecto. Una buena imagen global del mismo es imprescindible. Pero ojo, no todo es eso, no pequemos de un gran envoltorio para no tener nada dentro, lo que de verdad se evalúa son tus conocimientos de arquitectura, así que no descuides nunca el contenido.

domingo, 22 de abril de 2012

Mi Expo'92

   Vengo de dar un paseo por los Jardines del Guadalquivir, que fueron de la Expo’92.
   Estamos ahora de celebración del vigésimo aniversario de la Exposición Universal de Sevilla de 1992, y es hora de reflexionar sobre el acontecimiento. Muchos escriben y escribirán sobre la muestra, sobre su influencia en Sevilla, Andalucía y España. Se hablará de los beneficios y pérdidas que dejó, de su conveniencia, de su legado… De muchas cosas se hablan y hablarán, pero en este caso yo pretendo hablar de mi mismo.
   Mucha de la gente que me conoce sabe de mi vocación, que es por suerte (o desgracia) mi profesión también. Muchos saben que esa vocación fue temprana, pero lo que viene aquí a cuento es lo que significó para mi “La Expo”.
   Desde pequeño me gustó dibujar, desde pequeño llenaba las últimas hojas de las libretas y cuadernos, las guardas de los libros, los cartones del tabaco (que sobraban después de llenar la máquina expendedora del restaurante de mis padres), de mil y un dibujos. Lo máximo a lo que aspiraba en aquel entonces era, tras mucho suplicar, esas veinticinco pesetas, comprar una cartulina blanca, bien grande, y rellenarla con los frutos de mi imaginación. Nunca cinco duros dieron para tanto, para una ilusión tan grande.
   Pasado el tiempo, donde mi imaginario se centraba en lo que veía en la televisión, o en los libros que abarrotaban la casa de mi tía, fui creciendo, y me iban llegando referencias de aquellas obras que se realizaban para preparar la “Expo”.
Mi primer contacto con Sevilla fue a principios de 1990, de mano de mis padres, en un viaje que hicimos para estrenar el coche nuevo, a lo loco y sin saber, hasta Lisboa. La lluvia y aquella carretera en obras (lo que sería después la A-92) no se me olvidarán nunca. De esa Sevilla en ebullición recuerdo los coches aparcados sin orden en el Prado de San Sebastián, un paseo por la Plaza de España y sobre todo un gran cartel que se veía desde la carretera hacia Mérida, señalando aquel maremágnum de obras que era la Isla de la Cartuja.
   Un año después, con el colegio hicimos una excursión a Sevilla, para ver las obras de la “Expo” y conocer la ciudad. Ahí fue, con catorce años recién cumplidos, cuando mi imaginario arquitectónico se llenó, y fue perfilando una serie de referentes que me acompañaron mucho tiempo. Por aquella época, si mal no recuerdo, se veían ya claramente las estructuras de los pabellones de España, Andalucía, Japón, Futuro, Navegación y Descubrimientos, además del puente del Alamillo. Estructuras que a partir de ahí fui incluyendo en todos mis dibujos. A mi vuelta llené varios cuadernos con todos esos dibujos, versiones, otras exposiciones, ciudades, pabellones, museos, cientos de edificios inspirados por aquella corta experiencia.
   El año siguiente fue el año clave. Fui tres veces a la “Expo”, aunque previamente me había aprendido todos los pabellones, su situación y sus detalles. En mi pueblo sólo pude comprar una guía de la exposición en inglés, y me tuve que esforzar mucho para poder comprender lo que decía, pero fueron más las ganas.
   Mi maravilla aún perdura, llegar por la puerta de Itálica, entrar. A un lado la Plaza de América, correr para ver el tesoro de Sipán, seguir hacia el pabellón de España, visitar los pabellones de Israel y la India, con su forma de cola de pavo real. Bélgica, Holanda, la Comunidad Europea, Arabia Saudí, Japón, que llegué a visitar las tres veces que vine… Corrí de un lado a otro, vi espectáculos en el Palenque, en las calles, la cabalgata… Mandé mensajes a las estrellas en el pabellón del Universo, monté en barco por el lago y el canal… Y sobre todo el espectáculo nocturno en Lago de España, algo que junto con la inauguración de los JJ.OO. de Barcelona sigo hoy en día recordando al segundo.
   Y pasó. Y aquel optimismo fue tristeza, y de nuevo ilusión. Seguí dibujando, y seguí estudiando, acabé por trasladarme a Sevilla, y estudiar arquitectura. Aquellos dibujos los conservé, y al mostrarlos en mi inocencia (a veces recuerdo aquellos momentos con vergüenza) hicieron que entablara amistades con personas que hoy son parte fundamental de mi vida.
   Seguí viviendo en Sevilla, seguí aprendiendo, seguí visitando aquella isla de las maravillas... Vi su declive y veo como poco a poco vuelve a la vida, a veces con fortuna y otras sin ella, dejando cosas buenas en el camino, pero dejando en mi una huella que ha marcado mi carrera e incluso mi vida.

viernes, 6 de abril de 2012

Geometría de la fiesta

“Sevilla no tiene carnavales, porque la gente ya se disfraza en Semana Santa y Feria”.

   Esta irónica frase suelo decirla bastante, sobre todo a amigos foráneos, y aunque pueda parecer cierta, u ofensiva, para algunos, tiene algo de verdad más allá de los síntomas, que puede ser el disfraz. Y no es la indumentaria lo que distingue estos fenómenos festivos, es algo más profundo, algo que entronca con una concepción de la vida social, de la ciudad en si misma. Podemos entonces decir que se trata de una cuestión puramente geométrica.
   Como arquitecto la geometría es una herramienta, un arma y una manera de comprender, en muchos casos la realidad. Haciendo uso de metáforas o analogías podemos detraer ciertas conclusiones sobre la organización del mundo que nos rodea, por esa razón vamos a usar ese símil en este caso. La pervivencia en la actualidad de ciertas tradiciones en Sevilla, su éxito y su difusión a otros puntos de su entorno, tiene mucho que ver con esa geometría social.
   En primer lugar hemos de conocer los antecedentes que han forjado esta geometría, este plano de relaciones que son las tradiciones en Sevilla. Actualmente las dos fiestas ciudadanas más importantes, más conocidas, son la Semana Santa y la Feria de Abril, pero esto no ha sido así siempre, digamos que son festividades bastante jóvenes. Estas fiestas son  casi de ayer mismo, en una ciudad con tres mil años de historia. Pero esto no ha de extrañarnos en nada, dado que la única constante que permanece en la urbe es su propia mutación, cosa de la que nos haremos eco en otras entradas.
   Las principales fiestas ciudadanas de Sevilla, durante mucho tiempo fueron otras, hoy secundarias o desaparecidas. El Corpus Christi, que languidece cada año, era expresión del poderío de los gremios en la ciudad, además de competición entre barrios y collaciones en altares, retablos, autos sacramentales y otras actividades. El viacrucis y casi romería de la de la Cruz del Campo y la ya si romería de Las Aguas, hoy han desaparecido. Las fiestas actuales son producto decimonónico, pero dándose su afianzamiento, su normalización y su expansión definitiva en el siglo XX.
   Tanto la Feria de Abril como la Semana Santa, tal y como hoy la conocemos, son fruto de una mutación social acaecida en la ciudad y el territorio circundante en el siglo XIX. Es en este periodo que aparece una burguesía agraria e industrial (aunque esta última a menor escala que en otras zonas de Andalucía), gracias tanto a las desamortizaciones como a la llegada de los nuevos modelos productivos. Esta nueva clase social necesita hacerse con unas herramientas distintivas que la distinga del pueblo llano. La nobleza ya tenía de por si, por linaje un estatus que en ningún momento se llega a poner en duda, la operación que se realiza, en muchos casos inconscientemente, es la de crear una nueva frontera entre el nosotros y el resto.
   La pertenencia a un grupo es siempre algo a tener en cuenta en cuanto a la distribución de los roles sociales, y es algo ya muy estudiado por la sociología y la antropología. Ya sabemos que la organización en cofradías, hermandades, peñas, clubs, logias y demás son algo muy habitual, y nada nuevo. Pero es la diferenciación, el crear una frontera distintiva, lo que hace posible la pervivencia de algunas formas sociales en la ciudad de Sevilla. Porque Sevilla es sobre todo imagen, es sobre todas las cosas el teatro de mostrarse, ver y ser visto. Las sociedades secretas no han tenido mucho éxito aquí, sobre todo por eso, por secretas, puesto que lo social ha de ser público y notorio, ha de distinguirse a cada cual en su papel.
   Centrándonos ya en el símil geométrico tendríamos que empezar a hablar de dos elementos muy importantes, que son herramienta fundamental para la organización social, y para comprender la fuerza que actualmente tienen estas manifestaciones. Estos elementos son el plano y la recta, que traduciríamos por el estrato y la frontera.
   El plano es algo muy importante, es una estratificación de lo social, existen planos de relación, distintos estratos donde los conjuntos de gentes, de individuos, se distinguen dentro de una jerarquía, que como ya sabemos no se debe ya al linaje sino a la posición social en un momento determinado. En cuanto al plano, podemos decir que en la Semana Santa tenemos el balcón, el palco y la silla (en la carrera oficial). En la Feria es la caseta y el caballo. Son planos, espacios y conjuntos diferenciados que por su posesión o por su disfrute, por otorgar un punto de vista sobre el resto, infunden a la persona que los disfruta de un estatus social frente a la “plebe” que está en la calle. Esta posibilidad de acceso, aunque sea momentáneo a una posición de dominio frente al resto, de distinción y de mostrar esa distinción, hace inmensamente populares a estas fiestas, por lo que son alentadas para poder mantener esa relación entre planos. En otras fiestas, como los Carnavales o romerías ciudadanas  (el Rocío es un caso aparte que merece un estudio detallado), que poca o nula tradición tienen en la ciudad de Sevilla, esas fronteras se difuminan, o directamente no existen, quedando imposibilitada la proclamación de la individualidad o de la pertenencia al grupo, frente a la masa.
   Podría decirse, en contra de estas afirmaciones, por ejemplo, que dentro de la Semana Santa, el acto de penitencia es algo anónimo, pero en realidad no es así, porque aunque anónimo en el momento de realizarse, tanto el antes y el después son públicos, notorios y objeto de orgullo y por parte de la persona que lo realiza.
   Otro símil geométrico es la recta, la frontera entre ambos mundos, que se materializan en la valla, el balcón y la cerca. Tanto en una como en otra celebración, estos elementos de frontera sirven de escaparate, de punto de encuentro visual entre los que pertenecen a un grupo, a un estrato y el resto. Es el conjunto de puntos donde se realiza el intercambio, la muestra de uno hacia los otros, el verdadero vivir y sentido de las relaciones en la ciudad.
   El tiempo y la memoria son flexibles, y lo que decimos que es de toda la vida no tiene más que un puñado de décadas, en muchos casos poco más de un siglo. Como aclaración decir que la Feria comienza como tal a mediados del siglo XIX, no llegando al modelo actual hasta la Exposición Iberoamericana de 1929. La Semana Santa actual, con todo su pretendido barroquismo podemos decir que es una reinvención de la misma que se produce en el primer cuarto del siglo XX, en plena ebullición del Regionalismo y Costumbrismo, que se ven culminados en la re-tradicionalización inherente a la dictadura de Primo de Rivera.
   Por último sólo queda añadir una afirmación más, meditada en la experiencia durante muchos años, que no es más, que en esta Sevilla nuestra las tradiciones son siempre normativas, regladas y artificialmente engastadas dentro de la conciencia colectiva, como protocolo de relación; mientras tanto las costumbres, son anárquicas, egoístas, sin más regla que el hedonismo y la propia vanidad.

   Quizás se me queden argumentos en el camino, pero nunca he sido bueno escribiendo, quizás necesite una reflexión más profunda, pero esas se dan mejor con amigos, en la calle, viendo y dejándose ver.